Una persona es 100 veces más propensa a contraer cáncer a la edad de 65 años que a la de 35. Pero una nueva investigación identifica procesos naturales que permiten que muchos genes ralenticen el envejecimiento y además protejan del cáncer, en la muy estudiada lombriz intestinal C. elegans.
(NC&T) Muchos de los genes del gusano tienen
homólogos humanos, lo que sugiere que nuevos
medicamentos podrían algún día
asegurarnos una vida larga y libre de cáncer. Los gusanos de esa especie, conocida formalmente
como Caenorhabditis elegans, fueron las estrellas
de un sorprendente descubrimiento en 1993 por la bióloga
Cynthia Kenyon. Ella encontró en aquel año
que un cambio en un solo gen, llamado daf-2, hacía
duplicar la longevidad de los gusanos. Este hallazgo
llevó a la comprensión de que la duración
de la vida es regulada por genes y resulta por consiguiente
modificable, en lugar de ser siempre el resultado
inevitable del desgaste del cuerpo. El descubrimiento
se ha confirmado en otros animales, como los ratones. La nueva investigación, llevada a cabo por
Kenyon y Julie Pinkston, de la Universidad de California
en San Francisco, resulta muy prometedora. Un punto
de vista muy extendido es que cualquier mecanismo
que retarde el envejecimiento estimularía probablemente
el desarrollo de tumores. Pero han sido encontrados
muchos genes que aumentan la longevidad y además
ralentizan la actividad tumoral. Los humanos tenemos
versiones de muchos de estos genes, así que
esta línea de investigación podría
conducir a tratamientos que nos preserven del envejecimiento
y además del cáncer por mucho más
tiempo de lo normal. Desde su primer hallazgo de que el gen daf-2 y otro
conocido como daf-16 regulan la longevidad, la investigación
de Kenyon y su equipo persigue identificar los genes
a los que ellos afectan a su vez, aquellos que influyen
más directamente sobre el envejecimiento y
el desarrollo de tumores.
 | | (Cynthia Kenyon.) (Foto: UCSF)
| |
---|
El gen daf-2 codifica para un receptor de la
insulina así como para una proteína
similar a ésta que promueve el crecimiento.
El mismo influye sobre el daf-16, que contiene
información para un así llamado
factor de transcripción, una proteína
que determina cuándo y dónde cientos
de otros genes son activados. La meta del nuevo
estudio fue identificar genes específicos
regulados por daf-16 y que afectaran a lo relativo
al cáncer y/o la longevidad. Las científicas usaron un modelo establecido
de tumor para los gusanos. Entonces, comenzando
con una lista de 734 genes de los que se sabía
que son regulados por daf-16, identificaron
29 que promovían o suprimían el
crecimiento de las células tumorales. Comprobaron que alrededor de la mitad de los
genes estimularon el crecimiento de tumores,
y la otra mitad lo limitó. Resulta notable
que más o menos la mitad de estos genes
afecta también a la longevidad promedio
en animales que no padecen tumores, lo que da
más crédito al modelo que Kenyon
y otros han concebido, en el cual el receptor
de la insulina, daf-2, opera de manera conjunta
con el factor de transcripción daf-16
para integrar la longevidad y la resistencia
a tumores. Los genes que estimularon el desarrollo tumoral
también aceleraron el envejecimiento
en sí mismo, y los que obstaculizaron
el desarrollo tumoral ralentizaron el proceso
de envejecimiento y extendieron la duración
de la vida. Kenyon y Pinkston están convencidas
de que estos hallazgos fortalecen grandemente
la idea de que los elementos controladores de
la longevidad y los del cáncer tienen
raíces comunes y profundas. |
|