Donald Behringer y Mark Butler de la Universidad Old Dominion en Norfolk, Virginia, y Jeffrey Shields del Instituto de Ciencia Marina de Virginia en Gloucester Point, estudiaron individuos jóvenes de Panulirus argus, algunos de los cuales fueron infectados por un virus que se transmite por contacto físico, y, entre las langostas más pequeñas, a través del agua marina.

            Las langostas espinosas son sociables y comparten guaridas comunales, así que estos modos de transmisión viral tendrían devastadoras consecuencias si no hubiera ningún mecanismo para mitigar su propagación. Pero, por suerte para ellas, sí hay un mecanismo: las langostas sanas evitan el contacto estrecho con las enfermas. Las langostas sanas, al escoger guaridas, no se instalan en aquellas pobladas por algún congénere infectado.

            Esta táctica de evasión podría ser la razón para la escasa transmisión de cierta enfermedad vírica entre las poblaciones naturales.

            El virus, llamado PaV1, infecta varios tipos de tejidos, sobre todo en las langostas jóvenes, produciendo deficiencia metabólica y la muerte.

            La investigación mostró que las langostas sanas se apartan de los individuos infectados aún antes de que muestren los síntomas de la enfermedad.

            Los científicos no saben todavía cómo se produce esta inaudita detección temprana de sujetos infectados.