La caída en 1935 del zepelín de la Armada estadounidense USS Macon frente a la costa de California, marcó un final poco glorioso para un experimento único en la aeronáutica. El Macon podía llevar 100 tripulantes, incluyendo a los pilotos especialmente entrenados para volar en los pequeños aviones de reconocimiento estacionados en el inmenso casco del zepelín. La aeronave gigante era uno de los dos únicos portaaviones volantes construidos, y ambos se acabaron hundiendo en el océano sin haber entrado nunca en combate. Una reciente investigación desvela más detalles sobre los restos del Macon.
(NC&T)Un equipo de investigadores marinos, incluyendo a ingenieros de la Universidad de Stanford, realizó el primer estudio exhaustivo de la aeronave en su lugar de descanso final en el lecho de la Bahía de Monterrey, a más de 300 metros bajo el nivel del mar. A diferencia de los zepelines inflables, el Macon y su hermano gemelo, el Akron, fueron construidos con cascos rígidos hechos con una aleación de aluminio, y eran mantenidos en el aire mediante 12 grandes celdas llenas de helio, dentro del casco. Cada zepelín tenía unos 240 metros de largo y estaba especialmente diseñado para llevar cinco biplanos que podían soltarse y recuperarse a altitud media empleando un mecanismo especial. Aunque pesaba 200 toneladas cuando estaba totalmente cargada, la aeronave podía alcanzar velocidades de 130 kilómetros por hora gracias a ocho grandes hélices manejadas por ocho potentes motores de gasolina construidos por la compañía Maybach de Alemania. Pero la promesa del programa de zepelines de la Armada fue efímera. El 4 de abril de 1933, el Akron sucumbió durante una tormenta ante las costas de New Jersey, matando a 73 miembros de la tripulación. Luego, el 12 de febrero de 1935, fuertes vientos hicieron que el Macon se precipitara en el Pacífico. El programa de los zepelines fue finalizado. El Macon se convirtió en la última aeronave de cuerpo rígido construida en Estados Unidos.  | | (El USS Akron en vuelo.) (Foto: Wiley Collection, Monterey Maritime and History Museum) | |
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Pocos días después del desastre del Macon, se hicieron esfuerzos por encontrar sus restos. Pero no fue hasta después de medio siglo que los adelantos en la exploración submarina a gran profundidad hicieron factible la búsqueda. Los esfuerzos más importantes para su recuperación se reanudaron en 1980, con varias expediciones. Recientemente, ingenieros de la Universidad de Stanford se unieron a Chris Grech, del Instituto de Investigaciones del Acuario de la Bahía de Monterrey (MBARI), a bordo del buque de investigación Western Flyer, del MBARI, para llevar a cabo el primer estudio arqueológico detallado del sitio del desastre, frente a Point Sur, California. La expedición de cinco días contó con la colaboración de 10 instituciones y agencias. La expedición fue dirigida por Grech y Stephen Rock (director del Laboratorio de Robótica Aerospacial de Stanford). La meta era hacer un mosaico visual, es decir obtener y ensamblar pequeñas instantáneas de alta resolución del suelo marino para producir una imagen compuesta más grande. Las fotos se tomaron por medio de una cámara incorporada en un ROV (vehículo pilotado por control remoto) para inmersiones profundas, que fue guiado desde el Western Flyer. Para esta expedición fue desarrollado un nuevo software que permite al ROV hacer de modo automático pases regulares sobre el fondo marino, con relativamente pocas intervenciones por parte del piloto. Se completó la misión después de tomar unas 14.000 fotografías, suficientes para producir un mosaico básico de los restos de la aeronave. En el transcurso de los próximos meses, estas imágenes se combinarán y el color será corregido por ordenador, obteniéndose un mapa detallado del naufragio. |
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