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Un científico debe tomarse la libertad de plantear cualquier cuestión, de dudar de cualquier afirmación, de corregir errores,

Julius Robert Oppenheimer(1904-1967)
Físico estadounidense.
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La aventura de descubrir los mil y un secretos de la Antártida
 
 


Pedro Alonso Cambridge (R.Unido) - Inspirados por héroes como el capitán Scott, los científicos británicos destinados en la Antártida aún desafían las condiciones más hostiles en busca de una aventura única: descubrir los mil y un secretos del continente helado.

Avistado ya en 1603 por el almirante español Gabriel de Castilla (1577-1620?), ese "reino de hielo", equivalente en superficie a la suma de Europa y Estados Unidos, no conoció la huella del hombre hasta el siglo XIX y comienzos del XX.

Exploradores legendarios como el capitán de la Armada inglesa Robert Falcon Scott (1829-1812) desafiaron entonces temperaturas bajísimas y vientos feroces en sus expediciones a las entrañas del Antártico, perdiendo a veces la vida en tan arriesgado empeño.

Casi un siglo después y en la acogedora ciudad inglesa de Cambridge, muy lejos de los inhóspitos glaciares antárticos, un centro técnico no deja de mirar a la Antártida y desarrolla gran parte de la investigación que el Reino Unido dedica a ese paraje.

Se trata del reputado Proyecto Antártico Británico (British Antarctic Survey, BAS), fundado en 1943, que emplea a 400 personas (incluidos unos 150 científicos), posee cinco bases en la Antártida y opera dos barcos y cinco aviones en la región.

Según el profesor David Vaughan, que estudia para el BAS la variación de las placas de hielo por el cambio climático y su efecto en la subida del nivel del mar, hombres como el capitán Scott siguen siendo una inspiración, aunque él no se considera un héroe.

"Uno piensa en lo que hicieron los primeros exploradores y no se puede competir con eso. Es inspirador, pero también da miedo pensar en lo que acometieron sólo con sus fuerzas, trineos precarios y unos perros", dice Vaughan, que visita la Antártida cada tres años.

"Nosotros no somos exploradores, somos científicos. No estamos allí para ser héroes, sino para hacer nuestro trabajo de la manera más fácil y segura posible y regresar a casa", explica el profesor.

Vaughan aún recuerda la primera vez que pisó el Antártico: "No había agua corriente, ni aseos. Era muy duro. Pero en los últimos veinte años, las condiciones para nosotros, los científicos, han mejorado mucho. Estoy deseando viajar allí. Es muy emocionante".

El BAS no sólo organiza proyectos para sus bases en el continente blanco, sino que analiza muestras de hielo milenarias, porque, en palabras del director del centro, Chris Rapley, "para entender el futuro del planeta, hay que conocer al pasado de la Antártida".

Guardados en una cámara frigorífica a 25 grados centígrados bajo cero, esos hielos, obtenidos con potentes perforadores a varios kilómetros de profundidad, conservan burbujas que revelan el ritmo climático natural de la Tierra durante los últimos 800.000 años.

"¡Este hielo tiene 160.000 años!", exclama ufano y en mangas de camisa un experto que enseña una barra helada de apariencia corriente, ante la mirada atónita de varios periodistas que tiritan de frío embutidos en sus abrigos mientras visitan la gélida cámara.

Aunque los científicos saben cada vez más sobre el Antártico como reserva natural que influye en el equilibrio ecológico y el clima globales del planeta, todavía quedan muchos enigmas por descifrar.

"Creo -opina Vaughan- que el tema de los lagos subglaciares y lo que hay en ellos resulta muy interesante. Se hallan a kilómetros bajo el hielo e, increíblemente, presentan diferentes ecosistemas. Averiguar durante cuánto tiempo han existido sería muy emocionante".

También encierran innumerables secretos, según ese profesor, "dos plataformas de hielo flotantes que son enormes (la de Filchner-Ronne y la de Ross), pues tienen el tamaño de España y Francia".

"En sus profundidades -prosigue Vaughan- hay cavidades oceánicas con lecho marino poco exploradas. Posiblemente sea el último hábitat inexplorado de la Tierra. No tenemos ni idea de lo que hay allí".

La Antártida, donde han llegado a registrarse más de 89 grados bajo cero, ha llamado tradicionalmente la atención de exploradores y científicos, aunque ahora también empieza a atraer a los turistas.

Según David Vaughan, "la presión del turismo en algunas zonas es bastante fuerte", pero, de momento, no amenaza la preservación de la riqueza natural antártica, ya que esa industria turística "es posiblemente una de las más reguladas".


Lunes, 04 Diciembre, 2006 - 10:54
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