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| Con ayuda de viejos verdugos las tortugas luchan por sobrevivir | | | |
Omar Lugo
Praia do Forte (Brasil) - El "Proyecto Tamar" combate la extinción de las tortugas marinas en la costa brasileña con la ayuda de las mismas comunidades de pescadores que hasta hace pocos años devoraban los huevos y la carne de esta especie amenazada de extinción en todo el mundo.
En Praia do Forte, litoral norte del estado de Bahía, se concentra uno de los más valiosos puntos de desova de las cinco especies de tortugas marinas que llegan a Brasil y de los más visitados por turistas españoles.
Allí está la sede nacional de este programa del Instituto Brasileño del Medio Ambiente (Ibama) y de la Fundación Pro Tamar iniciado hace 26 años por un grupo de estudiantes de oceanografía y que hoy es referencia internacional de conservación marina.
Hasta los años 80, miles de tortugas hembras eran capturadas cada año en las playas de Brasil cuando salían del mar para desovar en la arena, donde sus nidos eran saqueados.
Revertir un hábito de consumo tan antiguo como la llegada del hombre a América ha sido el principal éxito del programa.
"El ciclo estaba totalmente alterado", explicó la oceanógrafa Neca Marcovaldi, presidenta de la fundación Pro Tamar en la base de Praia de Forte, una antigua villa de pescadores que es hoy un prospero polo turístico a unos 100 kilómetros de Salvador, capital del estado de Bahía.
Cada noche, entre septiembre y marzo, los equipos de Tamar en 22 bases como esta patrullan cada una más de 100 kilómetros de playas en busca de las pocas tortugas que aparecen.
A Brasil llegan las especies cabezona, de carey, golfina, verde y laúd. Todas están en listas internacionales de animales seriamente amenazados de extinción.
"Los pescadores fueron llamados a la conservación de las tortugas y contratados para trabajar. Fueron ellos los que nos enseñaron la mayor parte de lo que aprendimos", rememora Marcovaldi sobre el inicio de este proyecto reconocido por la Unesco, la Fundación Paul Getty y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
En 2005 fueron protegidos 849.000 huevos de las cinco especies, con una tasa de aumento de cuatro a seis por ciento anual.
En toda la existencia del programa se ha registrado el nacimiento de 7,5 millones de nuevos ejemplares, una cifra alentadora, a pesar de que sólo uno de cada 1.000 sobrevive hasta la edad adulta.
Las tortugas encontradas son medidas, marcadas y se toma muestras de sus tejidos para análisis.
Los nidos son censados y señalados con bastones blancos en la playa para que todos sepan que contienen huevos que posibilitarán la prolongación de la existencia de una especie críticamente amenazada.
Cuando se inició el programa, los huevos del 100 por ciento de los nidos tenían que ser retirados para ser incubados al resguardo de las bases de Tamar y salvarlos de los saqueadores.
"Logramos mostrar matemáticamente y probar científicamente que nuestro esfuerzo hizo aumentar las desovas, genera lucro y resultados positivos", afirmó Marcovaldi.
El proyecto también estudia hoy las áreas de desova, los ecosistemas marinos circundantes y mantiene centros de visita y educación ambiental para turistas y habitantes locales, donde exhibe tortugas criadas en cautiverio.
"Si todos los animales se capturaban y mataban y los huevos se recogían el ciclo (reproductivo) se interrumpía. Tamar lo que hizo fue restablecerlo", señaló Marcovaldi, para quien el gran diferencial del proyecto fue conciliar los intereses de las comunidades de pescadores con la protección ambiental.
Los huevos se vendían como canapés en los bares playeros, la carne consumida como una exquisitez y los caparazones servían como utensilios domésticos o como materia prima para confeccionar adornos y bisutería como peinetas, zarcillos (pendientes) y monturas de lentes.
Hoy Tamar emplea a 1.200 personas en todo el país, la mayoría pescadores y sus familias, involucradas en labores conservacionistas y educativas, en la fabricación de prendas de vestir y artesanía en tela y resina con la tortuga como motivo.
Junto con los aportes del Ibama y de la petrolera estatal Petrobras, esas iniciativas ayudan, en palabras de Marcovaldi, a "crear un valor agregado de la tortuga más allá de la conciencia ecológica".
"Sólo fue posible llegar a donde llegó Tamar a través de esa interacción con las comunidades, para las que hoy una tortuga vale mucho más viva que muerta", señaló.
Praia do Forte parece testimoniar sus palabras. Lo que era una villa de pescadores hoy es una localidad turística con pequeñas calles comerciales con tiendas y restaurantes, que tienen en común los diseños de tortugas, y la visita de cientos de turistas brasileños y extranjeros -sobre todo españoles- |
Miércoles, 13 Diciembre, 2006 - 05:27 |
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