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Es de importancia para quien desee alcanzar una certeza en su investigación, el saber dudar a tiempo.

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Los europeos favorables a la investigación sobre nuevas tecnologías energéticas
 
 




  Los ciudadanos de la UE se muestran más preocupados por el precio de la energía que por reducir el consumo energético o por poner freno a la contaminación. Sin embargo, conscientes de la necesidad de hacer frente a los desafíos que el futuro presenta en materia energética, los europeos se muestran optimistas en cuanto al potencial de las tecnologías renovables y consideran que la investigación sobre las nuevas tecnologías energéticas debería constituir una de las prioridades fundamentales. éstos son algunos de los resultados recogidos en un informe del Eurobarómetro publicado el pasado 8 de enero.



El barómetro «Tecnologías energéticas: conocimiento, percepción, medidas» fundamenta sus conclusiones en las opiniones de unos 24.000 ciudadanos mayores de 15 años de toda la Unión Europea, a quienes se les pidió que respondiesen a un total de 16 preguntas relacionadas con la energía y las tecnologías energéticas.

A primera vista, la energía no parece representar una de las principales preocupaciones en la vida diaria de los europeos. A la pregunta de cuáles son, según ellos, en la actualidad los problemas más importantes a los que debe hacer frente su país, el 64% del total de los encuestados apunta, como era previsible, al desempleo como problema más importante para el que es necesario encontrar una solución. Tan sólo el 14% de los encuestados señala las cuestiones energéticas como problema urgente.

Sin embargo, en el momento en que las preguntas pasan a centrarse en el tema de la energía, los europeos sí parecen mostrarse seriamente interesados en los aspectos relacionados con esta cuestión. Para muchos, el aumento desorbitado de los precios es el principal problema en el que piensan al reflexionar sobre el tema de la energía. Para el 45% de los encuestados resulta absolutamente prioritario que los respectivos gobiernos nacionales, en lo que se refiere a sus políticas energéticas, puedan garantizar un precio de consumo reducido. El 35% aproximadamente considera prioritario que se garantice el suministro ininterrumpido de energía, mientras que para el 29% de los europeos los gobiernos deberían centrar sus esfuerzos en la protección del medio ambiente.

Asimismo, en primer plano de las preocupaciones de una buena parte de los europeos está la necesidad de reducir el consumo energético, si bien este aspecto reviste una menor importancia que el del precio de la energía. Un total de un 54% de los encuestados consideran la regulación del consumo como una de las iniciativas más importantes. Esta preocupación no parece estar acorde, sin embargo, con el comportamiento real de los usuarios a la hora de reducir el consumo energético. Si bien el 48% de los encuestados declaran por una parte haber reducido tanto el consumo de electricidad como la utilización de sus aparatos electrodomésticos durante el último año, nada menos que el 21% admite no haber hecho nada en favor del ahorro de energía, y solamente el 13% manifiesta haber utilizado el transporte público con mayor frecuencia durante los últimos 12 meses.

Por lo que se refiere a las tecnologías energéticas, los europeos afirman conocer las energías renovables y se muestran especialmente a favor de su utilización. Si bien es evidente que existe una sobrevaloración respecto a la importancia cuantitativa de estas energías, los encuestados se declaran resueltamente favorables a una mayor utilización de éstas. Un total de un 80% manifiesta su apoyo a la utilización de energía solar, el 71% se muestra a favor de la energía eólica, el 65%, de la energía hidroeléctrica, el 60%, de la energía de los océanos y el 55%, de la energía procedente de la biomasa. Ello contrasta en cierto modo con la aceptación de los combustibles fósiles, con tan sólo el 42% de los encuestados a favor de la utilización del gas y un 25%, a favor del petróleo y el carbón.

Efectivamente, los ciudadanos de la UE confían en que la utilización de combustibles fósiles disminuirá radicalmente en el futuro cuando éstos sean sustituidos por tecnologías energéticas renovables, y en particular por las energías solar y eólica. Para conseguir que se produzca esta revolución energética, más de la mitad de los europeos se muestra de acuerdo en que la investigación constituya una prioridad fundamental, y un tercio se muestra favorable a que la financiación de la investigación por la UE se dirija al desarrollo de nuevas tecnologías energéticas cuya utilización no ha sido hasta ahora plenamente desarrollada o está aún totalmente por descubrir. El 20% tan solo de los encuestados se muestran a favor de que la investigación se dirija hacia la reducción del consumo energético.

La energía nuclear es la que mayor oposición suscita por parte de los ciudadanos europeos, con un 80% de austriacos, un 73% de griegos y un 70% de chipriotas que se manifiestan contrarios a la utilización de este tipo de energía. En estos países no existe ninguna central nuclear en funcionamiento. La oposición resulta mucho menor en países en los que la energía nuclear por el contrario sí se está utilizando como, por ejemplo, en Suecia, Eslovaquia y Lituania. No obstante, a pesar de estos sentimientos encontrados, los europeos consideran que la energía nuclear forma parte de sus vidas y continuará siendo uno de los principales recursos energéticos en el futuro.

 
  

En palabras del Comisario europeo de Ciencia e Investigación Janez Potocnik, «los europeos reconocen que las nuevas tecnologías podrían tener una importante repercusión en el sistema energético del futuro y esperan que exista una mayor cooperación a nivel europeo para su desarrollo. A nivel de la UE se invertirán más de 6.000 millones de euros en investigación energética durante los próximos siete años y vamos a trabajar con los Estados miembros y los representantes de la industria para sacar el mayor partido posible a todas estas inversiones».

Asimismo, la Comisión hizo público el pasado 8 de enero el informe científico «WETO-H2», en el que se establecen tres hipótesis de trabajo en relación con el consumo energético para 2050. De acuerdo con la primera de estas hipótesis, que no contempla cambio alguno respecto a la situación actual ni acción específica de ningún tipo, la demanda de energía en general se duplicaría e incluso se cuadruplicaría en lo que se refiere a la energía eléctrica. Ello acarrearía un incremento del 80% en las emisiones de CO2.

En la segunda hipótesis, que contempla una limitación en la utilización del carbono, se exploran las consecuencias que se derivarían de la aplicación de políticas más ambiciosas en esta materia y que supondrían una estabilización de las emisiones globales de CO2 para el periodo 2015-2030. La tercera de las hipótesis de trabajo analiza la posible repercusión de una serie de importantes avances tecnológicos que permitirían incrementar de manera significativa la rentabilidad de las tecnologías del hidrógeno. Si esta hipótesis finalmente se hiciese realidad, el hidrógeno podría llegar a cubrir para 2050 el 13% del consumo energético total, destinándose al transporte el 90% de dicho suministro.


Miércoles, 10 Enero, 2007 - 06:09
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