Contradiciendo la noción de Charles Darwin de que la evolución se desarrolla gradualmente, unos científicos han descubierto que las plantas con ciclos cortos de vida pueden adaptarse evolutivamente en sólo unos años al cambio climático. Este rápido cambio evolutivo puede ayudarlas a lidiar con el calentamiento global mejor que las especies de larga vida.
(NC&T)Este hallazgo sugiere que las plantas de crecimiento rápido como las hierbas, pueden lidiar mejor con el calentamiento global que los vegetales de crecimiento lento, como las secuoyas, un fenómeno que pudiera conducir a cambios futuros en la "demografía" vegetal de la Tierra. "Algunas especies evolucionan suficientemente rápido para mantenerse a la par de los cambios medioambientales", afirma Arthur Weis, profesor de ecología y biología evolutiva en la Universidad de California en Irvine. "El calentamiento global puede incrementar el ritmo de este cambio de manera que algunas especies puedan tener dificultades en seguirlo. Los vegetales con ciclos de vida más largos tendrán menos generaciones para evolucionar". Weis y los investigadores Steven Franks y Sheina Sim estudiaron la mostaza silvestre, una hierba ampliamente distribuida a través de todo el hemisferio septentrional. En un invernadero, los investigadores cultivaron esta hierba, simultáneamente a partir de semillas recolectadas en dos momentos diferentes, las primeras recogidas en las áreas verdes cerca del campus de la universidad, en la primavera de 1997 (dos años antes de una sequía de cinco años), y las segundas recolectadas después de la sequía en el invierno del 2004. Estas semillas pueden permanecer vivas sin germinar durante años, y revivir cuando las condiciones les son propicias, con sólo recibir un poco de agua y luz solar. Las plantas fueron divididas en tres grupos, cada uno recibiendo diferentes cantidades de agua imitando patrones de precipitaciones que variaban entre la sequía y condiciones muy húmedas. En todos los casos, las semillas de la generación recolectada después de la sequía (invierno, 2004) florecieron más temprano, independientemente del régimen de riego.  | | (Arthur Weis (izquierda) y Steven Franks.) (Foto: UCI) | |
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Este acortamiento en el reloj genético fue confirmado posteriormente con un experimento que cruzaba a los ancestros (primavera, 1997) y a los descendientes (invierno, 2004). Como fue pronosticado, los híbridos intergeneracionales tuvieron un momento de florecimiento intermedio. Las lluvias tempranas invernales no cambiaron mucho durante la sequía, pero el tramo final del invierno y el inicial de la primavera fueron inusualmente secos. Este patrón de precipitaciones ejerció una presión selectiva sobre las plantas para que florecieran antes, especialmente las plantas anuales, como la mostaza silvestre. Durante la sequía, la floración temprana completa la producción de semillas antes de que el suelo se seque, mientras que las flores tardías se marchitan antes de que se fertilicen. La operación de cultivar ancestros y descendientes al mismo momento, permitió a los científicos determinar que el cambio en el momento de floración fue en efecto un producto de la evolución, y no una simple reacción a condiciones climáticas cambiantes. Este método, desarrollado por Albert Bennet, profesor de ecología y biología evolutiva de la Escuela de Ciencias Biológicas en la universidad, ha sido usado con bacterias, pero éste es el primer estudio que hace un empleo completo del método en especies vegetales. |
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