Mientras que los cambios producidos por los humanos en el medio ambiente provocan gran preocupación en los biólogos con respecto a la extinción de especies, otros de sus colegas asumen una actitud en cierto modo opuesta y tratan de cercar a los virus en hábitats nocivos que los arrastren a la extinción.
(NC&T)Para evitar la extinción, una población no sólo debe poder sobrevivir, sino también reproducirse. Paul Turner, profesor de ecología y biología evolutiva en la Universidad de Yale, y sus colaboradores comprobaron la viabilidad práctica de conducir a una población de virus hacia las células erróneas dentro del cuerpo humano, evitando así la reproducción viral y aliviando en consecuencia la enfermedad. Las trampas ecológicas para los virus podrían incluso surgir de manera natural. Pero si no, también es posible diseñarlas mediante la estrategia de añadir puntos de enlace viral a las células que no dan posibilidades de reproducirse al virus. Turner y sus colaboradores han demostrado el concepto empleando un virus que no infecta a humanos, y variantes de las células bacterianas que dicho virus infecta. En ecología, a un hábitat que favorece el crecimiento de la población se le describe como una "fuente", mientras que un hábitat que no permite el crecimiento de la población es un "sumidero". Esta investigación muestra el distinto grado de éxito de las poblaciones del virus phi-6 en ambientes que contienen diferentes mezclas de bacterias "fuente" ordinarias y células-trampa, mutadas, que actuaron como "sumideros". El estudio también muestra que cuando el número de células trampa sobrepasaba un valor umbral en las mezclas, la población de virus no puede sostenerse, e inicia su declive hacia la extinción.  | | (El gráfico representa el virus phi-6.) (Foto: Dennis Bamford/University of Helsinki) | |
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Este enfoque tiene un interesante potencial para nuevos tratamientos contra virus humanos. Una idea similar ya existe en la agricultura, donde bastantes granjeros emplean "cultivos trampa", sin utilidad como cosecha, para atrapar a los insectos dañinos. Como los insectos prefieren el sabor de los cultivos trampa, sólo estas plantas necesitan ser fumigadas para matarlos, reduciéndose así las cantidades de plaguicidas a emplear. Turner cree que estrategias similares podrían emplearse contra los virus humanos, incluyendo al VIH. Una opción es la posibilidad de diseñar células trampa que tengan las moléculas específicas en su superficie para engañar a los virus, pero que no posean núcleo para la reproducción viral. Los glóbulos rojos maduros cumplen con los requisitos para esa misión, porque carecen de núcleo y pueden ser modificados con relativa facilidad para actuar como hábitats sumidero, superando ampliamente en número a los linfocitos T (hábitat fuente) en el cuerpo. Los coautores del estudio son John J. Dennehy y Yul W. Yang, quienes trabajaron con Turner en la Universidad de Yale, y Nicholas A. Friedenberg, del Dartmouth College. |
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