Rastrear el origen de animales marinos es muy difícil. Pero obtener tal información es vital para los científicos, no sólo para conocer mejor a estos organismos, sino para su manejo y conservación. Unos expertos han desarrollado un nuevo enfoque para rastrear los lugares de procedencia de larvas marinas, difíciles de estudiar debido a sus tamaños microscópicos.
(NC&T) Bonnie Becker, Joel Fodrie, Pat McMillan y Lisa Levin describen un nuevo proceso para el estudio de las larvas de mejillones a través de una "huella dactilar elemental", un método en el que se emplea la composición química distintiva del agua oceánica de cada lugar para construir mapas geográficos de las regiones de nacimiento de estas larvas, y otra información sobre estas pequeñas criaturas. "La huella dactilar elemental es una especie de etiqueta natural", explica Levin, profesora en la División de Oceanografía Integrativa en el Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de California en San Diego. "Básicamente, el agua misma crea una etiqueta química propia de cada lugar, y nosotros empleamos esa información para deducir de dónde provienen las diferentes larvas". Desarrollar este nuevo enfoque requirió varios pasos muy laboriosos, entre ellos establecer una serie de "hogares" larvales hechos de tubos de PVC y ubicados en 18 lugares frente a playas y bahías de San Diego. Cada uno de estos hogares contenía aproximadamente 100.000 larvas de mejillones. Después de una semana, los hogares y las larvas eran recogidos junto con muestras del agua de cada lugar. La composición química de las minúsculas conchas de las larvas, de alrededor de 100 micrones de diámetro, fue examinada empleando un espectrómetro especial. Analizando la composición química de las conchas de cada hogar de larvas, y del agua de mar correspondiente, los investigadores fueron capaces de construir un mapa de referencia en el que cada ubicación podía identificarse individualmente con una composición química distintiva.  | | (La investigadora Pat McMillan prepara un “hogar” para las larvas.) (Foto: Scripps I.O.) | |
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Varias semanas después, los investigadores regresaron a cada emplazamiento y recolectaron mejillones de una semana de vida, típicamente con diámetro inferior a los dos milímetros, con el fin de determinar si habían viajado allí desde lugares cercanos o lejanos. Como los mejillones retienen sus conchas larvales después de asentarse, los científicos fueron capaces de obtener la huella dactilar química original en cada concha, y por ende, pudieron determinar su origen geográfico. Haciendo esto estuvieron en condiciones de saber si los mejillones habían viajado desde lugares lejanos de nacimiento, o si se habían asentado cerca de su hogar materno. Durante la mayor parte del siglo XX, los ecólogos marinos habían creído que las larvas de mejillones eran transportadas a largas distancias y ampliamente dispersadas en el entorno marino por las corrientes oceánicas, una situación favorecida por las escasas habilidades natatorias de las larvas. Se creía que las diferentes poblaciones de mejillones se mezclarían por completo y que los vínculos de parentesco cubrirían vastas regiones. Este nuevo estudio encontró todo lo opuesto. En vez de desperdigados y mezclados a través de las playas y bahías de San Diego, los mejillones permanecieron a como mucho 20 ó 30 kilómetros de su lugar de origen. |
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